“Pero el que nace bien parado, en procurarse lo que
anhela, no tiene que invertir salud”.
Canción de Navidad, Silvio Rodriguez.
Una de las preguntas casi obligatorias de la
anamnesis, cuando vamos al médico es: ¿“Su ocupación?”. Se supone que este dato
arrojará algunas luces sobre el estado médico general, y aún más, sobre los
riesgos de salud a los que estamos expuestos.
En mis comienzos de trabajo administrativo mi padre,
albañil curtido, de trabajo pesado, con largas y duras jornadas con el sol a
cuestas, me decía que envidiaba el trabajo “de oficina”, sentado en la
comodidad de una silla, a buena sombra y con aire acondicionado.
No lo pude contradecir hasta que obtuve mi primer trabajo.
Lo que desconocía mi padre es que todo trabajo, por simple que parezca, implica
necesariamente un gasto de energía, un desgaste físico que conlleva cansancio y
exposición a riesgos de todo tipo. Ningún trabajo que merezca llamarse así
estará libre de cansancio, de esfuerzo físico y mental, de agotamiento y de
peligros o amenazas para la salud.
Para los propósitos de este artículo, dejaremos de
lado el trabajo en ambientes peligrosos como una mina, trabajo en plantas
químicas o en ambientes poco controlados. No vamos a tratar aquí estos casos
explícitamente peligrosos, pues no se trata de un escrito de salud ocupacional.
Trataremos de ver cómo podemos enfermarnos (y no
enfermarnos) en el envidiable y confortable –para mi padre– ambiente de “la
oficina”.
Desencadenante de enfermedad: sobrecarga de trabajo y responsabilidades
A menudo las obligaciones superan nuestra capacidad, y
debemos laborar más allá de la jornada y, en no pocos casos, llevar trabajo a
casa. Esto supone una reducción del tiempo necesario de descanso o inclusive de
sueño. Muchos de los oficinistas, ejecutivos o no, moverán afirmativamente la
cabeza ante la pregunta acerca de si no es frecuente, o incluso habitual, que
su trabajo se prolongue después de finalizada su jornada. Primera amenaza, pues
el exceso de trabajo, representado en largas jornadas o en extensión del lugar
de trabajo de la oficina a la morada, no permite al cuerpo y a la mente el
necesario descanso reparador. El cuerpo suele pasar la factura de cobro después
de los 35 años en múltiples enfermedades, cuyo origen el médico jamás
reconocerá que nacieron o se facilitaron en el cómodo ambiente de la oficina.
Cómo impedirlo: No se
sienta mal por salir a las horas indicadas y por evitar el trabajo en casa. Sea
muy puntual en su hora de entrada, pero también hágalo en la salida. Que la
sobre jornada sea lo excepcional y no lo regular. Está probado que un buen
balance entre jornada/descanso es un excelente pronóstico del aumento de la
productividad. Las organizaciones más modernas y con altos índices de
productividad suelen ser muy estrictos con los horarios, incluido el de salida.
Se sorprenderá incluso el saber que algunas empresas desconectan exactamente a
la hora de salida todas la aplicaciones y la red corporativa para desincentivar
el trabajo por fuera de los horarios establecidos.
Desencadenante de enfermedad: el sedentarismo
Cuente sus años de trabajo y haga el cálculo del
tiempo que ha permanecido “cómodamente” sentado en su oficina. Se sorprenderá
de las horas que ha pasado casi inmóvil frente a su PC o en la silla frente a
una reunión.
Los mamíferos, incluido el hombre, necesitamos un
esfuerzo físico diario que fortifique nuestro aparato circulatorio y para que
se den procesos químicos como la quema de calorías, entre muchos otros. Quienes
llevamos más de diez años en esta inmovilidad forzada en el trabajo empezamos a
ver las consecuencias de pasar todo el día pegados a nuestras sillas:
probablemente comencemos a ver pequeñas várices y nos ahoguemos al subir a un tercer
piso. No es nada extraño que la poca quema de calorías nos conlleve un aumento
de peso, y con ello mayor riesgo de enfermedades como lipidosis (niveles
anormales de grasas en el organismo), diabetes, hipertensión y otra cantidad de
los llamados asesinos silenciosos.
Cómo impedirlo: Utilice
menos el ascensor. Use parte del descanso del mediodía en caminar algún
trayecto. Deje su automóvil en un aparcadero un poco lejano del sitio de
trabajo que le obligue a caminar un poco al inicio y al final de la jornada, o
bien bájese del autobús algunas paradas antes de su trabajo u hogar. Cualquier
actividad que emprenda deberá tener una frecuencia diaria y una duración de al
menos 40 minutos. Los ejercicios únicamente los fines de semana no sólo no
tienen los mismos efectos benéficos, sino que pueden convertirse por el
contrario en un peligro. Para este plan será muy necesario que consulte con su
médico el tipo y frecuencia de ejercicio que más le conviene.
Desencadenante de enfermedad: el estrés
Estuve tentado a cambiar el término “enfermedad” por
muerte. Y no quisiera ser trágico sino estar acorde con los altísimos riesgos
de enfermar ante las múltiples amenazas del estrés y sus familiares más
cercanos como el “bournout”, sobre-exigencia emocional en el trabajo, entre
otros. A nivel físico, este factor puede conllevar molestias múltiples:
insomnio, dolor de cabeza, mareos, dolores musculares, trastornos digestivos,
infecciones, manchas en la piel, trastornos respiratorios y circulatorios o
variaciones en el peso. A largo plazo puede producir enfermedades sistémicas
que pueden comprometer la vida o simplemente ser el comienzo de un fulminante…
infarto.
Cómo impedirlo: No quiero
hacerle competencia a Walter Riso, pero una de las cosas importantes que usted
deberá tener como una premisa en su vida es que nada es más importante en su
vida que usted mismo. Así las cosas, cualquier cosa que se interponga con su
salud, incluyendo el estrés y la sobrecarga en su trabajo, deben ser
reconsiderados bajo esta condición. Darle al trabajo el lugar que se merece (es
importante trabajar para vivir, y no vivir para trabajar), alternar las
jornadas descanso-trabajo y no llevar el trabajo a casa. Esto último es más
cierto en cuanto a no llevar las preocupaciones laborales a la casa. Trate de
desconectarse completamente del ambiente laboral y entréguese a su vida
familiar y de pareja con la misma intensidad con la que se dedica al trabajo.
Recuerde que su instrumento fundamental para
desempañar bien su trabajo es su cuerpo, y por ende su salud. Si no hay agua…
¿para que un vaso? Quiero decir, si no hay un cuerpo sano, ¿para qué un buen
trabajo?
No invertir la prioridad natural: preservarse es el
primer instinto del ser humano.
Entonces, la prioridad en todos nuestros asuntos debe
ser la misma que la de las leyes naturales: preservar la vida a costa de todos
los demás instintos. Para ello unos pequeños tips:
- Su trabajo es muy importante, sin duda. Pero
aprenda a diferenciar los tiempos en que está dedicado a su jornada y
aquellos dedicados a la familia, al esparcimiento y al descanso.
- Evite llevarse trabajo para la casa, salvo en
casos excepcionalmente urgentes.
- Evite llegar con horas de antelación a la oficina
o salir varias horas después del fin de la jornada. Tarde o temprano, su
cuerpo le pasará factura de estos excesos.
- No deje que la jornada diaria le impida hacer
algo de ejercicio cotidiano, en la mañana, al mediodía o al final de la
jornada.
- Dele al trabajo la verdadera dimensión. Es muy
importante, pero no más que su vida. Esto para que no se tome el trabajo
tan a pecho que le cause úlceras estomacales, desórdenes nerviosos, o
hasta un infarto. Esté seguro siempre de que está dando lo mejor de sí
mismo, pero no llegue al extremo.
- Si tiene que priorizar, el sentido común le dirá
que en primer lugar están usted y su vida. En segundo lugar, prácticamente
empatado, su familia. El trabajo estará en todo caso después de estos dos
primeros. Tenga en cuenta esto siempre que tenga que tomar una decisión
laboral.
- Reporte las condiciones que le molestan o le
causan perturbaciones de salud. Es casi una regla universal que el
empleador debe garantizar la salud de sus empleados: Si el aire
acondicionado está demasiado frío, si el sol que ingresa por la ventana da
directamente a sus ojos, si su monitor está deficiente, si a su silla le
falta un brazo. Son cosas aparentemente pequeñas, pero que con el tiempo
se vuelven un factor de enfermedad y discapacidad.
Comencé este articulo con un cantante y quisiera
terminar con Jhon Lennon, quien dijo: “La vida es aquello que está pasando
ahora mientras estás ocupado en otros asuntos”. Tal como lo hace un famoso
portal que nos ayuda con nuestras búsquedas, a lo mejor le hubiese corregido:
“Usted quiso decir: la vida es aquello que está pasando mientras estás
trabajando”.
Para terminar jocosamente, en mi país existe un
chiste: “Si tu novia perjudica tu estudio, deja el estudio y perjudica a tu
novia”. Una variación de este “profundo pensamiento” podría ser: “Si el trabajo
perjudica tu vida, cásate con la vida y cambia de trabajo”.
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